Los impuestos especiales son tributos sobre la fabricación de determinados productos de consumo que cada Estado miembro recauda en su territorio de forma autónoma y según diversos criterios. Los más comunes son los aplicados al alcohol y todos sus productos (vino, cerveza, licores, etc.) o al petróleo y todos sus derivados para la producción de energía (gasolina, gasóleo, metano, butano, queroseno, etc.) o al tabaco y todos sus derivados.
Los impuestos especiales se aplican tanto a las materias primas/productos de la UE como a los importados de países extracomunitarios; no son derechos, pero cuando afectan a mercancías importadas se consideran derechos de aduana y, por tanto, se recaudan en el momento de la transacción aduanera.
Desde hace unos años, los impuestos especiales aplicados al comercio de bebidas alcohólicas dentro de la UE están regulados (por ejemplo, Italia cuenta con un Testo Unico sulle Accise que transpone la legislación comunitaria). En concreto, la normativa exige que todos los productos alcohólicos vayan acompañados de un documento denominado DAA (Documento de Acompañamiento de Impuestos Especiales).
Según la legislación, los impuestos especiales no gravan las mercancías que salen del territorio del Estado y se expide un documento denominado DAA (Documento de Acompañamiento Activo) que acompaña a las mercancías para demostrar su salida. Cuando este documento llega a su destino junto con las mercancías, se hace cargo de él la oficina responsable del control, que envía una copia a la oficina de partida como prueba de que las mercancías han salido del país de origen.
Cuando ya se han pagado impuestos especiales en el país de salida, se expide una DAS para informar a las autoridades del país de destino de que las mercancías pueden estar sujetas a impuestos.
Los productos sujetos a impuestos especiales sólo pueden almacenarse en depósitos especiales denominados Depósitos de Impuestos Especiales y sólo el titular de un depósito de este tipo puede expedir y recibir el DAA.